04 agosto 2007
La carroza de Lladró
Aún recuerdo la discusión con el imbécil de mi primo en la que él afirmaba que "si eras rico TENÍAS QUE DEMOSTRARLO ostentosamente". Yo defendia la posición de que eso era de advenedizos, nuevos ricos y horteras; que la gente realmente adinerada que había conocido solía tener buen gusto y sencillez. La polémica se extendió durante media hora, en la que escuché una retahíla de chusquero garrulo, mientras mi madre me hacía señas de que no le discutiera "no fuera a ofenderse" :S.
Una de las cosas que había salido por afinidad al tema, eran las figuritas de Lladró, en concreto un conjunto de mesa que tuve el mal gusto de descubrir hacía tiempo en alguna planta de El Corte Inglés de Valencia. Se trataba de una carroza barroca y diciochesca, tirada por cuatro caballos, con sus lacayos, su María Antonieta y su Luís dentro. Era enorme, ridículamente ostentosa y (supongo) pesada, por lo que necesitabas una mesa gigantesca para exponerla permanentemente (¡cualquiera movía aquello!) y un comedor aún más grande para que aquello no pareciese un adoquín en mitad de un armario. Encima su precio no bajaba de las cien mil pesetas de las de los noventa. En resumen, una horterada aparatosa, propia del que le sobra el dinero y quiere demostrarlo.
La respuesta de mi primo ante mi afirmación de que ni sobrándote el dinero, era de buen gusto comprar semejante "alhaja", fue "¿Cómo que no? Si yo fuera rico no me compraba una de esas, SINO TRES". La verdad es que me impactó y en el fondo comprendí que el quid de la cuestión comercial era convencer a imbéciles (como mi primo) que NECESITABAN mierda para presumir.
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