08 agosto 2006
Cabañuelas
Temo el día uno de agosto. Y lo temo porque vasta que caiga media gota de agua del cielo, para que las viejas de mi calle, como los caracacoles, salgan dentro de un surco de babas y con la voz que da más de medio siglo de arrugas gelatinosas gangoseen:«Esto va a ser la cabañuela de septiembre», a lo cual alguna desdentada replica «¡No, la de todo el año.»
Lo de las cabañuelas tiene tanto rigor científico como cuando vas a cenar con unos amigos y en los postres, la fanática de la macrobiótica, la que huele a una mezcla espantosa entre sándalo y Nenuco, te alecciona diciéndote:«¡La fruta se come ANTES, no en el postre, porque los azúcares fermentan en tu estómago y destilan alcohol!», a cuya ofensa uno se reprime de responder «Tú lo que se dice follada, poco y mal ¿no?»
Me encantan estos conocimientos basados en la tradición estúpida y ramplonera que todos nos dedicamos a perpetuar preguntando «la de hoy se corresponde a febrero o a marzo.» En fin.
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